Villa Lago Epecuén era el nombre que recibía una villa turística que se ubicaba en el partido de Adolfo Alsina, Provincia de Buenos Aires, ubicada a 12 kilómetros de Carhué y a 570 de la Ciudad de Buenos Aires.

Esta localidad sufrió una terrible inundación en el año 1985 que, con el pasar del tiempo, la hizo desaparecer literalmente bajo el agua, dejándola totalmente en ruinas y abandonada.

La creación de la villa turística data de la década de 1920. Gran número de visitantes llegaban desde Buenos Aires a través de las líneas del ferrocarriles. El Ferrocarril Sarmiento servía la estación Villa Epecuén, mientras que el Ferrocarril Midland y el Ferrocarril del Sud llevaba pasajeros hasta la estación Carhué.
Así se desarrolló el turismo en Epecuén, llegando a contar con 5.000 plazas declaradas. Eran 280 establecimientos, entre hospedajes, pensiones, hoteles y comercios que llegaron a recibir en las décadas de 1950 a 1970 a 25.000 turistas de noviembre a marzo. La Villa llegó a poseer 1.500 habitantes estables.

Epecuén fue el refugio de miles de abuelos que buscaban alivio en la salina para los problemas en los huesos, las articulaciones y la piel. También el de cientos de judíos que la eligieron y adoptaron como lugar de veraneo por las similitudes de las propiedades del agua con las del Mar Muerto.
En 1975, el gobierno provincial construyó el canal Ameghino, una obra de ingeniería que conectaba varias cuencas y regulaba el caudal de agua en todas las lagunas de la región. Con este sistema ninguna se secaría y no habría riesgo de inundación. Pero no se controló más a partir del golpe de Estado de 1976.

Foto del cementerio de Villa Epecúen durante la inundación que persistió más de una década
Desde 1980 la laguna creció entre 50 y 60 centímetros por año y amenazaba con rebasar el terraplén construido para proteger al pueblo. * (1)
La madrugada del 10 de noviembre de 1985 una sudestada precipitó el desenlace y la fuerza del agua perforó el terraplén que protegía al pueblo de un lago que estaba colapsado por los 1500 milímetros de lluvia caídos ese año. El nivel del agua creció un centímetro por hora y dos semanas después ya había dos metros de agua. Los pobladores, resignados, tuvieron que abandonar casas, hoteles y comercios en pocos días, sin más remedio. La mayoría de los lugareños se afincaron en Carhué. Hasta allí, en camiones y tractores, se realizó la mudanza de todo un pueblo devastado.

La villa desapareció. Para 1986, el pueblo poseía 4 m de agua en sus calles, llegando en 1993 a más de 10 m.
En la última década el agua comenzó a bajar hasta dejar al descubierto casi la totalidad de las ruinas de la villa. Hasta hace unos años se podía observar el estado de destrucción y desolación total y original en el que había quedado el lugar. La bajada de las aguas atrajo a gran cantidad de personas que deseaban conocer el lugar, generándose un interés turístico por la zona, que ahora, luego de varios arreglos y del trabajo del municipio de Adolfo Alsina, se ha acondicionado para que pueda ser visitado de manera segura y sin riesgos para el visitante. Se ha limpiado el asfalto que quedó en buenas condiciones y se han rejuntado los escombros a los costados. Se han puesto carteles de los lugares más representativos de la villa antes de la inundación y se ha creado un acceso de tierra para poder llegar al lugar en auto.

Sus habitantes debieron ser evacuados y abandonar con mucha tristeza sus hogares y comercios. «La inundación generó un shock que aún hoy estamos asimilando. La gente de un día para el otro perdió su actividad, su propiedad, su historia, sus raíces, su pasado», dijo Partarrieu.
Actualmente en esta ciudad solo vive un habitante, Pablo Novak, cumple función de Guardián de la ciudad en ruinas.
El agua regresó a su estado original, pero dejó a su paso los escombros y los recuerdos de lo que alguna vez fue una pequeña ciudad, con futuro y proyectos. «Pese a que las ruinas son algo triste han generado un atractivo único, no existe un pueblo que haya sufrido un cataclismo así y en el que tiempo después se pueda transitar por sus calles».
Actualmente la ciudad dispone de varios circuitos turísticos que reviven aquella época de esplendor: El Matadero, Ruinas de Villa Epecuén, Playas sustentables, Spa termales y el Museo Regional de Adolfo Alsina.
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